Tras amanecer en Lima, hoy tocaba coger un avión para poner rumbo a Cusco, la mística ciudad sagrada, con un gran legado histórico y arquitectónico; considerada la capital histórica del país. Esta sería nuestra base para los próximos días, ya que es el lugar idóneo para conocer el valle sagrado y la primera parada para llegar a una de las siete maravillas del mundo moderno, Machu Picchu. En este post del diario de viaje a Perú, Bolivia y Chile, os vamos a relatar los dos primeros días de nuestra estancia en esta zona ¿Queréis saber cuál fue nuestra experiencia?
El despertador nos hizo volver a la realidad a las 06h, hoy tocaba coger un avión rumbo a la ciudad de Cusco. Hicimos las mochilas, desayunamos en el restaurante del hotel (nos venía incluido en el precio) y a las 7h, tras hacer el check-in, vino un taxi, que le pedimos al recepcionista que nos solicitara, para llevarnos al Aeropuerto Internacional Jorge Chávez.
Como era muy temprano, y el hotel estaba justo al lado del aeropuerto, a las 07:15h ya estábamos allí (nos costó 35 soles – 9€). Volábamos con la compañía LC Perú (teneis todos los precios de los vuelos aquí), así que nos dirigimos al mostrador para facturar las mochilas y recoger las tarjetas de embarque. Una vez que ya las teníamos, pasamos el control de seguridad (tuve un pequeño ataque de ansiedad y lo pasé bastante mal, yo y mi miedo a volar, esta vez había podido conmigo. Así que terminé pasando el control en silla de ruedas jajaja un verdadero show, y ¡¡oye, ni tan mal!! dicen que siempre a de haber una primera vez para todo 😛 ).
El avión tenía que salir a las 9h, pero se retrasó una hora (es muy frecuente que los vuelos de todas las compañías sufran retrasos, por eso cogimos el de primera hora de la mañana), cosa que me fue genial para terminar de tranquilizarme. Mientras esperábamos delante de la puerta de embarque, compramos un trozo de pastel de plátano casero que estaba delicioso (nos costó 6 soles – 1,5€), y nos tomamos una pastilla que llevábamos recetada por nuestro médico de cabecera para apaciguar los síntomas del mal de altura, ya que íbamos a pasar de estar al nivel del mar, a estar a 3.400m de altura (la pastilla que nos recetó se llama Edemox).

A las 10:30h embarcábamos, el vuelo duró poco menos de una hora. Nos dieron unas galletas típicas de Perú y un té de coca durante el vuelo, la verdad que la atención de las azafatas fue un 10 con esta compañía. Las vistas de la cordillera de los Andes desde allí arriba, son como poco impresionantes. Tras una maniobra del piloto que introdujo el avión entre dos cerros (o montañas), los más aprensivos a volar no miréis por la ventana, aterrizamos en Cusco a las 11:30h.
Recogimos nuestras mochilas, que habían llegado sanas y salvas, y nos fuimos para afuera a buscar a Arturo, con el que llevábamos hablando vía whatsapp un par de meses atrás (más información de Arturo aquí). El pobre llevaba desde las 10h esperándonos, ya que al no tener internet no habíamos podido avisarle de que el vuelo se había retrasado.

Desde el primer minuto, Arturo nos demostró ser una bellísima persona, de camino al hotel nos contaba curiosidades de su vida, de su ciudad y del estilo de vida de la gente local de allí. Apenas notamos la altura, íbamos muy asustados ya que todo el mundo nos había avisado de la importancia de la aclimatación, pero pese a una leve sensación de pesadez (parecía que nuestro cuerpo pesaba más de lo normal) y un poco de fatiga a la hora de respirar (se nota la falta de oxígeno en el aire), no experimentábamos nada más de momento.
Teníamos claro que hoy no haríamos mucha cosa, ya que nos habían aconsejado descansar todo este primer día para que nuestro cuerpo se adaptara a la altura. Y eso hicimos, seguir las tres reglas de la prevención del mal de altura: beber sin tener sed, comer sin tener hambre y dormir sin tener sueño. Así que, tras hacer el check-in en el hotel Munaycha Casa Hospedaje (más información del hotel aquí), donde nada más llegar nos invitaron a un té de coca, subimos a nuestra preciosa habitación con vistas a la ciudad, nos pusimos los pijamas y nos quedamos fritos hasta las 16h.

Al despertarnos, teníamos un hambre de mil demonios, así que decidimos vestirnos, salir a comer y pasear por el centro de la ciudad. Cusco está ubicada en la cordillera de los Andes, a 3.400 metros de altura, y fue declarada capital histórica de Perú, siendo una muestra impresionante, de la alta ingeniería incaica, que tuvo como principal herramienta la piedra. Los principales recursos agrícolas de la zona son: el maíz, la cebada, la quinoa, el té y el café.
El clima es generalmente seco y templado, con dos estaciones definidas: una seca entre abril y octubre, con una temperatura media de 13ºC; y otra estación lluviosa, que comprende los meses de noviembre a marzo, con una temperatura media de 12ºC. Esta antigua capital del imperio inca, fue adornada por los Españoles con palacios, plazas, iglesias… para convertirla en la actualidad, en la principal ciudad turística de Perú. Tal cantidad de monumentos, la ha llevado a ser conocida como «la Roma de América», siendo declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1.983.
Nuestro hotel estaba justo a dos calles de la Plaza de Armas, hasta la que fuimos caminando. Por el camino, nos acercamos hasta la famosa Piedra de los 12 ángulos, una obra perfecta y única de 12 ángulos que carece de simetría en sus uniones (es considerado patrimonio cultural de la ciudad de Perú y forma parte del muro del palacio arzobispal). La Plaza de Armas, es el corazón de Cusco, un lugar lleno de restaurantes, agencias de viaje, casas de cambio (aprovechamos para cambiar dinero; el cambio estaba a 1€ – 3,65 soles), y edificios de la época de la conquista española como la Catedral de Cuzco.

Tras cambiar dinero, entramos en un restaurante italiano en la misma Plaza de Armas, se llamaba Don Marcelo. Nos pedimos un plato de espaguetis cada uno con un té de coca para beber, nos costó 70 soles (18€) y nos sentaron de maravilla. Con las barrigas llenas, aprovechamos para pasear por la zona, sentarnos a contemplar el buen ambiente de la plaza, y fuimos a las oficinas de Perurail (están en la misma plaza de armas y hay que presentar el pasaporte y la tarjeta de crédito con la que hicimos la compra) a recoger los billetes de tren para el día siguiente de Ollantaytambo a Aguas Calientes.
Callejeando por el centro, entramos a un par de tiendecitas locales, todo nos llamaba la atención, esos colores no pasan desapercibidos. Por casualidad, dimos con una tienda que resultó ser la casa de una señora, ella estaba tejiendo un jersey de lana de alpaca, nos invitó a que pasáramos y nos enseñaba con orgullo todas sus obras de arte, de fondo, nos acompañaba una telenovela cuzqueña en un pequeño televisor de los de antaño. Nos resultó tan entrañable, que no dudamos en realizar un par de compras: jerséis, bolsos, llaveros, imanes… y nuestros queridos ponchos. Los ojos de la mujer brillaban de agradecimiento, nos contaba que con el desarrollo de las tiendas más turísticas, su pequeño negocio, menos modero y menos atrayente, hacía tiempo que había dejado de darle beneficios, y que a nivel económico, no estaban pasando una buena etapa.
En eso que llegó su hijo pequeño, Edwin, de 8 años, el cual se sorprendió al vernos y miró a su madre pletórico ¿que estaba pasando?, 250 soles en total (63€). Al entregarle el dinero a la madre, el pequeñajo nos dio las gracias, y nos dijo que hoy era su cumpleaños, y que gracias a nosotros podría comer un trozo de pastel, y eso hizo, se fue corriendo con un poco del dinero que le acabábamos de dar a su madre mientras ésta nos invitó a esperar a que volviese, ya que querían compartir un trozo con nosotros. Fue uno de los momentos más tiernos del viaje, y nos sentimos súper realizados al haber ayudado a aquella pequeña familia 🙂
Volvimos al hotel felices, preparamos todas las cosas para el día siguiente y nos fuimos a dormir. Mañana tocaba iniciar nuestra visita por el Valle Sagrado junto a Arturo, nuestro conductor particular ♡

En este segundo día en Cuzco, el despertador sonó a las 6:30h, subimos a la azotea del hotel a desayunar (nos venía incluido en el precio), las vistas desde allí arriba eran espectaculares, eso sí, tan solo habíamos subido un par de escaleras y parecía que nos iba a salir el corazón por la boca. El desayuno era muy variado y estaba riquísimo, aprovechamos para tomarnos nuestra pastilla para el mal de altura.
Preparamos una mochila pequeña con lo justo para hoy y mañana (ya que esta noche íbamos hacia aguas calientes y teníamos entendido que en el tren no nos dejaban llevarnos las mochilas grandes), le pedimos al chico de la recepción si nos podían guardar las mochilas hasta la noche siguiente y no nos puso ningún problema (es algo a lo que están acostumbrados, ya que prácticamente todo el mundo lo hace), y tras hacer el check-out, salimos a esperar a Arturo. Aprovechamos, y compramos agua y galletas para pasar el día en un local que había justo al lado.

Aruto apareció a la hora acordada con su impecable sonrisa. Desde un principio, cuando contactamos con el desde España, nosotros le comentamos la ruta que queríamos hacer y no nos puso ningún problema. Era temprano y hacía bastante frío, la primera parada del día era Pisac. Desde Cuzco hay unos 35km y tardamos aproximadamente una hora y media en llegar, ya que por el camino paramos en diferentes miradores.
Nos encantaba ir con Arturo, ya que nos explicaba muchísimas cosas de la cultura Inca, tradiciones de su país, comida típica… Sinceramente, fue un acierto decidir hacer esta ruta con él, ya que en una furgoneta con más viajeros, la experiencia hubiese sido más impersonal y nos hubiésemos tenido que adaptar a los ritmos de los diferentes integrantes.

Al llegar a Pisac, paramos a comprar el Boleto Turístico para el Valle Sagrado (existen diferentes tipos, os dejamos mas información aquí), nosotros escogimos el Boleto Turístico parcial del Circuito III, en el que te entra el pase a Pisac, Ollantaytambo, Moray y Chinchero. A diferencia del Boleto Turístico Integral, solo es válido para el día de compra, y nos costó 70 soles por persona (18€).
Arturo nos dejó a la entrada de las ruinas, en lo alto de la montaña. Nosotros queríamos hacer la visita y bajar caminando hasta el pueblo de Pisac (se tardan unas 3h en visitar los yacimientos y bajar), pero no pudimos, ya que al ser temporada de lluvias estaba cortado por riesgo de desprendimientos del terreno. Así pues, quedamos con Arturo a las 10h en el sitio donde nos había dejado. Teníamos una hora para perdernos por las ruinas y descubrir este misterioso paraje.

Parecía que habíamos llegado mucho antes que las furgonetas llenas de turistas, y así fue. De esta manera, pudimos conocer este gran complejo arqueológico prácticamente solos. Se trata de uno de los más bonitos e impresionantes yacimientos arqueológicos del Valle Sagrado, y se encuentra localizado en la cordillera Vilcabamba.
Des de un primer momento, el asombro es inevitable, a la vez que nos surgió un gran sentimiento de respeto y curiosidad por los creadores de esos edificios centenarios, mudos testigos de la grandeza de un imperio. Pisac está formado por un conjunto de recintos, que posiblemente en un pasado fuesen viviendas, acueductos, caminos, puentes, un cementerio, murallas y grandes áreas de cultivo. Os aconsejamos que os perdáis por cada uno de sus rincones e imaginéis como sería la vida de antaño.

Lo que más nos llamó la atención de este lugar, a parte de la perfección y la simetría de sus construcciones, fueron sus terrazas de cultivo y las increíbles vistas que tenían, parecía que estábamos observando un lienzo. Es en esta época, en la que las terrazas se tiñen de verde y se pueden conocer en su máximo esplendor, ya que el resto del año suelen adquirir un color marrón por la falta de lluvias.
Junto a esas increíbles terrazas de cultivo, era inevitable sentirse diminuto, así que en un total silencio y tranquilidad, nos sentamos a disfrutar de este lugar, si esto ya nos estaba dejando con la boca abierta ¿que sentiríamos al conocer Machu Picchu?

Recuperamos el aliento (ya que Pisac, aunque se encuentre un poco más bajo que Cusco, sigue estando en altura, 3.000m sobre el nivel del mar para ser exactos y nos fatigábamos constantemente), y continuamos con la visita hasta completar la hora. Una vez que nos dimos por satisfechos, iniciamos el camino de vuelta a la entrada para reencontrarnos con Arturo y continuar con la visita por el Valle Sagrado.
Justo cuando nos íbamos, empezaban a llegar furgonetas cargadas de turistas, ¡¡vaya suerte habíamos tenido!! Nos estaba saliendo todo redondo, esperábamos que el tiempo nos acompañara, ya que daban lluvias, y poder realizar todas las visitas que queríamos.
➼ Cuando el sol aprieta a 3.000m de altura, es muy dañino, así que no olvidéis llevar sombrero y agua en vuestra visita.

Al reencontrarnos con Arturo, éste estaba hablando con una mujer del lugar en Quechua, el idioma de los Incas. Nos la presentó y traduciéndolo al español, nos explicaba el porqué de la vestimenta, el sombrero que llevaban, las trenzas, el trabajo que realizan en el campo… Nosotros que somos muy curiosos, pasamos un gustazo de tener aquella conversación con aquella joven, que por la dureza de largas horas al sol, aparentaba muchos años más.
Vuelta al coche, le pedimos a Arturo visitar el pueblo de Pisac, o lo que sería la parte construida por los Españoles en la conquista del territorio. No nos puso ningún problema, además nos dijo que íbamos a ir a la plaza de armas (prácticamente todos los pueblos o ciudades de Perú tienen una plaza de armas) a conocer el mercado local, ya que dicen que es uno de los más bonitos.

El nuevo pueblo de Pisac, es el típico pueblo andino, diseñado por los españoles en 1.570, por eso pudimos observar en sus calles la mezcla de estas dos culturas. Nos fuimos directos al mercadillo, donde Arturo nos dejó para que nos perdiéramos por sus callejones el tiempo que quisiéramos, él nos estaría esperando justo donde nos había dejado.
Nos encantó, había infinidad de puestos, de todos los colores que pudieses imaginar, en algunos vendían artesanías, en otros comida, ropa, souvenirs… Veías una mezcla de personas locales vestidos de forma tradicional, locales con ropa mas moderna, pero todos felices y sonrientes. Fue inevitable no caer en la tentación de hacer alguna que otra compra 😛

Durante el paseo, habíamos visto un par de carteles anunciando empanadas caseras, y el estómago nos empezaba a rugir, así que al reencontrarnos con Arturo, le invitamos a merendar una empanada de carne típica del lugar, y otras dos para nosotros (todas nos costaron 16 soles – 4€). Estaban deliciosas, madre mía ¿podríamos volver a España y vivir sin estas delicias gastronómicas?
Todavía nos quedaban un par de sitios más que visitar antes de llegar a Ollantaytambo, así que volvimos al coche y pusimos rumbo a Moray, ya que teníamos una hora de coche hasta allí (unos 60km aproximadamente).

Al llegar, enseñamos el boleto turístico que habíamos comprado en Pisac y entramos al recinto. Para quien no lo sepa, Moray se caracteriza por sus terrazas agrícolas, construidas en depresiones u hoyos naturales gigantescos. Estas terrazas están superpuestas concéntricamente, adoptando la forma de un anfiteatro. El hoyo mayor tiene una profundidad de 150m, y según nos contó Arturo, y contrastamos posteriormente, estas construcciones constituían un importante laboratorio agrícola del imperio incaico. Ya que sus andenes están construidos con sus respectivos canales de irrigación, y cada una de ellas constituyen un micro-clima (entre la parte superior y la más profunda, puede llegar a existir una diferencia de 15ºC).
A parte, es un entorno precioso, y el lugar es impactante para la vista. Eran las 12:30h, y el sol apretaba con ganas. Tras disfrutar un rato de la visita recorriendo los diferentes miradores, volvimos al coche para continuar con la ruta, tocaba conocer las impresionantes Salineras de Maras.

Solo son 8km los que separan un punto de otro, así que en pocos minutos llegamos a uno de los paisajes más impresionantes de nuestro viaje por Perú. En primer lugar pasamos por el pueblo de Maras, característico por sus casas de adobe, paredes blancas con techos y ventanas azules y sus calles de piedra y barro; fundada por los españoles en 1.556.
Para posteriormente llegar a las Salinas de Maras. Son increíbles para la vista, y a día de hoy nadie se explica como los Incas fueron capaces de crear estos depósitos de sal natural estando tan lejos del mar. En total hay unas 5.000 mil pozas de unos 5m cuadrados cada una, y la vista en conjunto es espectacular, y si te gusta la fotografía tanto como a nosotros, no vais a poder parar de disparar (como veis, me planté un vestido encima de mi ropa para que quedaran unas fotos preciosas 😛 ).
Sin darnos cuenta, se nos habían hecho las 15:30h, hora de comer, así que le dijimos a Arturo que nos llevara a un sitio de comida local, donde él iría un día cualquiera a comer con su familia y que no estuviese enfocado al turista. Y con una sonrisa en la cara, eso hizo, nos llevó a un buffet libre de comida peruana ¡¡¡Madremia!!! El lugar se llamaba Inka’s House Restaurant, y estaba todo delicioso, Arturo nos aconsejaba platos típicos para probar y nos explicaba como estaban hechos, una delicia, quedamos más que satisfechos. Le invitamos a comer, ya que estaba siendo un 10 con nosotros (162 soles por los tres – 40€), se mostró muy agradecido, y aunque insistió en que no hacía falta, le dijimos que lo hacíamos porque nos salía del corazón.

Ahora que ya habíamos visto todo lo que queríamos ver, le pedimos que nos llevara hacia Ollantaytambo, el pueblo desde donde salía nuestro tren de Perurail dirección a Aguas Calientes a las 19h. Llegamos allí sobre las 17:30h, tras una hora y media de camino, y tal como lo hicimos, empezó a diluviar, demasiada suerte habíamos tenido que no había caído una gota en todo el día. Le pagamos 320 soles (80€) por la recogida de ayer y todo el día de hoy, un precio que nos pareció genial. Ollantaytambo fue una de las ciudades más importantes del antiguo imperio Inca, tuvo un papel clave en la resistencia frente a la conquista española, por este motivo, sus ruinas son una visita más que interesante.
Fue una pena no poder visitarla por la lluvia, así que nos tuvimos que refugiar en una cafetería junto a la estación de Perurrail mientras esperábamos a que llegara nuestro tren. La estación está justo al final de la calle, solo se puede llegar caminando, y hay que procurar estar allí al menos 30 minutos antes de que llegue el tren. En nuestro billete teníamos asignados el vagón, en Expedition 75 y los asientos, así que el embarque fue muy fácil.
El tren es súper moderno, y los trabajadores son muy simpáticos. Durante el camino, nos ofrecieron un dulce y una bebida, algo que es de agradecer con el precio que se paga por el billete. En unas dos horas, llegamos a la estación de Aguas Calientes, esta vez, al ser de noche, no pudimos disfrutar de las vistas del trayecto, cosa que sí que haríamos a la vuelta al día siguiente.
Nada más llegar, antes de ir a hacer check-in al hotel, nos fuimos a comprar los tickets de bus para esta madrugada subir a Machu Picchu (queríamos subir caminando, pero no paraba de llover, así que descartamos la idea. Para más información de Machu Picchu, tenéis un post muy completo aqui). Las taquillas de compra del ticket de bus están junto al río (hay dos), compramos solo la subida (78 soles los dos – 20€), porque pensábamos bajar caminando.
Estábamos muy cansados, y esta noche nos tocaba levantarnos a las 4h para ir a hacer cola a los buses que suben hacía Machu Picchu. Así que fuimos a hacer el check-in al hotel que teníamos reservado, el Tayta Hostal y nos quedamos fritos, había sido un día increíble, y mañana nos esperaba uno de los momentos más emocionantes de nuestra trayectoria viajera ♡ ¿Os lo vais a perder?
Y hasta aquí un nuevo día en Perú de @elmundoesmejorcontigo. En nuestro perfil de Instagram encontraras todas las «stories» de nuestro viaje en «destacadas» ¡¡no te los pierdas!! Muchas gracias por acompañarnos en cada aventura ¡¡nos vemos en la próxima!!
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